30 de enero de 2009

Art nouveau - una ruptura con el pasado

El término Art Nouveau, que significa "nuevo arte", es una descripción bastante adecuada para el movimiento. Al comenzar la decado 1900, el historicismo del movimiento Arts & Crafts dio paso a un acercamiento vanguardista e innovador. Este estilo, que se expresó en formas elegantes, sinuosas y onduladas, ha tenido el mérito de alcanzar una total integración del arte en la vida.

Arthur Lasemby Liberty no era ni un diseñador, ni un artista del sector; sólo era un comerciante atento y sensible, que había abierto en 1875 en Regent's Street, en pleno centro de Londres, una tienda especializada en objetos artísticos japoneses (sedas, cerámicas, bronces, alfombras, porcelanas, etc.), la gran moda del momento. Contaba entre sus amigos, además de los clientes habituales, a los nombres más relevantes de la pintura y de la arquitectura, a estetas como Rossetti, Morris, Burne-Jones, Whistler y Oscar Wilde, que crearon alrededor de este «punto de venta» un halo de prestigio social y artístico. De este modo, puesto que la sola actividad comercial ya no le satisfacía, pasó a una fase creativa, eligiendo a los artistas más famosos y significativos del período para encargarles objetos de plata, peltre, vidrio y bibelots de «estilo moderno», un estilo que ya se estaba extendiendo en Francia y en Bélgica, sin olvidar su severo gusto anglosajón. En efecto, algunos aspectos del Art Nouveau continental, como la pesada sensualidad de los ondulados peinados femeninos, los desnudos y las atractivas y lánguidas poses, causaron un fuerte impacto en los austeros sentimientos de la moral inglesa.



Dos imágenes de la casa Fenoglio en Turín: la perfecta unidad de estructura y de decoración hace que esta obra sea un
ejemplo significativo de la estética arquitectónica Liberty.

Por esta razón la figura humana, y especialmente la femenina, quedó prácticamente ausente del repertorio Liberty, que proponía formas puras y a veces geométricas, con motivos estilizados florales o naturalistas, o con decoraciones extraídas del antiguo arte celta, como el famoso nudo que se convirtió en el símbolo de la casa.
Aunque contaba con obras de geniales diseñadores, verdaderos artistas como Christopher Dresser, Archibald Knox o Annesley Voysey, el titular de la empresa no consentía que sus creadores firmasen los objetos que creaban. Todo lo que salía de su taller debía únicamente llevar el sello Liberty. Con esta marca su producción de tejidos, papeles de empapelar, teteras de plata, bibelots y más tarde también muebles, invadió el mercado europeo.
Seguidamente, en vista del éxito de su producción, Liberty abasteció al mercado con joyas, batas, peines o cajitas, con el estilo inconfundible que lo había hecho famoso. La rápida difusión del Liberty fue debida al hecho de que sir Arthur, como hábil empresario, también había introducido en el mercado objetos producidos en serie, que estaban al alcance de todos los bolsillos, junto a piezas de mayor valor realizadas mediante la más pura técnica artesanal y obviamente dirigidas a un público de élite.

El rostro de las ciudades


Gaudí



La ciudad moderna ofrece una imagen viva, festiva y multicolor, con el tráfico dinámico y heterogéneo de sus calles, en las que transitan coches, bicicletas y medios de transporte público. Una imagen enriquecida por la iluminación de los faroles y de los escaparates, y por los numerosos transeúntes. Se cambian los rótulos de los hoteles, cafés y restaurantes por letreros con nuevos conceptos gráficos, así como las fachadas de los palacios, que se adornan con frisos, mayólicas decoradas, hierros forjados y enlucidos con grafitos florales. Por lo demás, la vida urbana de la sociedad burguesa ha tomado partido por el exterior: no se puede renunciar a los elegantes paseos por los parques y jardines públicos, a las reuniones de prestigio en las competiciones hípicas, a las conversaciones en los agradables cafés o las citas en los locales nocturnos y restaurantes de moda.



El metro de París estación Bois de Boulogne, obra de Hestor Guimard, que también diseño la tipografía.

A estos lugares de encuentro habituales se añaden los grandes hoteles, preparados para acoger a una clientela exigente y adinerada. Al mismo tiempo, se levantan las «catedrales» del trabajo, como el Palacio de la Bolsa en Amsterdam, para demostrar que se «rinde» más cuando se está en el interior de un ambiente estético cargado de funcionalidad, la cual, al fin y al cabo, es la esencia de este estilo. Las casas particulares, que redescubren el pequeño chalet o la vivienda unifamiliar, están distribuidas en el espacio urbano con elegante naturalidad. A menudo están decoradas con las características cúpulas o con pequeñas torres, y siempre adornadas con barandillas de hierro forjado, vidrieras coloreadas, baldosas de mayólica o estucos. Los interiores, con revestimientos de madera clara y paredes con papel pintado de flores o animales estilizados, acogen muebles de líneas elegantes y sinuosas, con incrustaciones de diferentes colores de madera de frutales, de vidrio coloreado, de peltre, de latón, etc.


Frente de casa en París.


Los maestros vidrieros del período tienen una actividad intensa, al igual que los ebanistas, y utilizan el material con sabiduría y ductilidad incluso para la producción de lámparas, ahora muy importantes gracias a la divulgación de la luz eléctrica. Entre los artistas del sector destaca Emile Gallé, el fantasioso autor de pantallas talladas en camafeo e inspiradas en el arte chino, con toda una variedad de elementos naturalistas como decoración. Para los vástagos se utilizan abundantemente el peltre, el bronce y también la plata. Desde los Estados Unidos llegan las novedades del estudio Tiffany, con la creación de sus célebres lámparas de favrile glass (un tipo de vidrio con la superficie iridiscente), en las que los colores de las cascadas de glicinas y de las flores están distribuidos por las mismas mujeres artesanas.

Las joyas





Colgantes de oro y diamantes. Dos ejemplos anónimos del diseño Art Nouveau en los que se trata el tema "femme fatale".

¿Quién no conoce los célebres huevos de Pascua, con incrustaciones de piedras preciosas, de esmalte cloisonné, obra del joyero de la corona rusa Carl Fabergé? El éxito del joyero Liberty empezó así, realizando estas pequeñas obras de arte que en las que la obtención del preciosismo cromático predominaba sobre las piedras que la adornaban. Durante la festividad de Pascua, los miembros de la familia imperial rusa se intercambiaban estos regalos, que además no constituían un bien en sí mismos, sino que funcionaban como envoltorios de una sorpresa de igual o mayor valor: por ejemplo un retrato en miniatura con un marquito de incrustaciones de brillantes, o una reproducción en oro de la carroza imperial. Incluso para aquellos que no formaban parte del reducido grupo de parientes del zar, estas joyas resultaban extraordinarias, nuevas y diferentes a las que solían verse en el pasado.





Algunas de las piezas más refinadas de Carl Fabergé; derecha, un broche con amatista (en el centro) y colgantes en forma de huevo, ya sea aislados o reunidos en cadena. Izquierda, uno de los célebres huevos de Pascua.


Se utilizaba una gran variedad de materiales nuevos cuya existencia ni siquiera se habría sospechado de no haberlos utilizado Liberty en orfebrería para combinarlos entre sí, dando vida a formas redondas o extrañas, retorcidas o estilizadas, con figuras de plantas o de animales. Todo aquello que sirviese para embellecerse a uno mismo se confiaba a las manos de un fantasioso artista: peines de ámbar, diademas, broches, brazaletes, collares, hebillas de cinturón... Los broches tenían un gran éxito porque se prestaban a asumir formas muy variadas, siempre con una sabia combinación de colores. Entre los orfebres también era famoso René Lalique, quien destacó por la fantasía de los temas y las formas que escogía, además de los materiales que utilizaba: marfil, cuerno, ámbar y vidrio, su material predilecto, al que se dedicó preferentemente entre los años veinte y treinta. También usó mucho el esmalte; él fue el primero en utilizarlo con la insuperable técnica del plique á jour.





Collar de oro y ópalo creado por Archibald Knox para Liberty & Co.




Si las creaciones de Lalique son famosas por su fantasía, su técnica y su expresión simbólica, reflejando un gusto por lo espectacular, la obra de Henri y Paul Vever y de Georges Fouquet tenía un carácter casi escultórico. Este último se dedicó sobre todo a realizar lujosas joyas de inspiración oriental. Serpientes, orquídeas, mujeres aladas y flores selváticas que se elaboraban en esmalte decorado con perlas irregulares y con verdaderos bajorrelieves de marfil o coral.







Broche de Georges Fouquet, hacia 1904.

El gusto inglés era algo más discreto, ya que la teoría de las Arts & Crafts sugería el uso de materiales semipreciosos a los que todos pudieran tener acceso. Las joyas eran sencillas y estilizadas, realizadas con materiales como la plata, el oro, el esmalte o las perlas. Éstas últimas se disponían formando graciosas composiciones florales, mientras que la plata y el oro se retorcían y combinaban con el esmalte para recrear al animal preferido de la época, el pavo real, y convertirlo en un precioso colgante. Paralelamente a las creaciones de los grandes artistas, también comenzó en el sector la producción industrial, llamada Liberty, que lanzó al mercado joyas más económicas, en las que aparecía con frecuencia el nudo celta.

Hebilla de cinturón realizado en plata y diseñada por Archibald Knox, que trabajó para Liberty & Co. en la primer década del siglo XX.

El «estilo floral» llegó incluso a cruzar el océano y fue recogido por Tiffany. Sin embargo, Tiffany quiso caminar sobre seguro y se lanzó de lleno a la creación de joyas de estilo Art Nouveau. A pesar de ello, no abandonó las joyas de producción tradicional, como los pavos reales de esmalte, las perlas y las piedras semipreciosas que se guían siendo el objeto de deseo de sus clientes más antiguos y pudientes.





Izquierda colgante realizado por H.yP. Vever. La imagen femenina es un motivo bastante difundido en la orfebrería modernista. Al lado, broche en forma de abeja.Este tipo de joya tuvo un éxito notable al asumir las formas más variadas y lograr un gran efecto cromático mediante la combinación de los colores y la disposición de las piedras

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